Jordania: Faláfel

Cuando el viajero pasea por centro de Amman, la ciudad de las doce colinas y capital del reino, de Jordania, se encuentra en cada callejuela y en cada rincón un puesto de comida, muchas veces no más que un salón con una cocina y un mostrador, o unos bancos corridos en la misma calle. Y fue en uno de ellos, el restaurant Al Hasheem donde, sentados en una mesa a pie de calle, comimos el mejor faláfel de la historia (la Lonely Planet así lo atestigua y no exageran). El faláfel es un plato extendido prácticamente por todo el mundo, pero para el que no lo sepa se trata unas bolas un poco menores que una croqueta, de garbanzo, comino y otras especias y yerbas que se fríen al momento y que en el Al Hasheem nos los sirvieron acompañados de hummus, panes de pita y ensalada de cebolla. Una delicia. ¡Y todo por menos de 1 euro!
Jordania: Maqlube

Viajábamos en autobús desde Petra hacia el desierto de Wadi Rum cuando nuestro guía preguntó que a quién le apetecía probar el plato típico de Jordania por excelencia, el maqlube. Por supuesto, nosotros nos apuntamos sin pensarlo dos veces, aunque de inmediato nos preguntamos dónde íbamos a comerlo en aquella carretera que cruzaba kilómetros y kilómetros de nada. La respuesta vino cuando a un lado de la carretera apareció un edificio solitario que resultó ser una tienda de recuerdos / taller de artesanía / cafetería y que tenía un restaurante casero escondido al fondo. Y allí nos prepararon un delicioso maqlube: un guiso de verduras y carne (cordero y pollo) en una olla semiesférica al que se le añade arroz y que se sirve invirtiendo la olla entre dos personas en el centro de la mesa. Tras unos golpes estratégicos con un cucharón de palo, levantaron el recipiente dejando el humeante guiso ante nosotros. Ni que decir tiene que lo disfrutamos de lo lindo y que nos dio (muchas) energías para el resto de la jornada.
Jordania: Zarb

¿Os imaginais usar el desierto como horno? Pues eso es lo que hicieron en el campamento del desierto de Wadi Rum donde nos alojamos una noche. Por la tarde, unos chicos se dedicaron a excavar un pozo de un metro de profundidad en la arena y ya a la caída de la tarde montaron el Zarb: un cilindro metálico de dos pisos con carne de cordero, pollo y ternera en el piso de arriba y grandes pedazos de verdura en el de abajo. Lo cubrieron todo con carbón al rojo, arena y unas mantas y al cabo de un par de horas (y con mucha teatralidad), levantaron el artefacto con unas manoplas… y listo para ofrecernos un espectacular asado de carne y verduras con un toque diferente.
Uzbekistán: Sopas variadas

En nuestra visita al país de la Ruta de la seda una cosa nos quedo clara: que a los uzbekos les encanta la sopa y que en cualquier comida, ya sea entre platos o como entrante, te ofrecerán un bol de sopa caliente y más o menos picante. La más habitual es la laghman, una sopa de noodles y verduras, pero también las probamos de guisantes, de carne con verduras, de cilantro y tomate, o una subdivisión a las que le echan nata agria llamadas katikli y que quedan más espesas y que normalmente contienen patata, rábanos, cebolla o pepino. Todas ellas estaban realmente buenas y nutritivas, aunque después de una semana de sopa para comer y para cenar acabamos un poco saturados de ellas y declinábamos amablemente cuando nos presentaban los humeantes boles.
Uzbekistán: Plov

En nuestro periplo por Uzbekistan, el Plov (plato nacional uzbeko) tardó en llegar a nuestros platos. Y no fue porque no lo conociéramos, porque lo íbamos viendo tanto en mercadillos donde los locales se lo preparaban para sus comidas, como en cartas o fotos de restaurantes. Pero tuvimos que esperar a llegar a Bukhara (en donde dicen que este plato se prepara más genuinamente) para catarlo. Y este arroz guisado con verduras, carne de ternera, huevo duro y un fuerte aroma a ajo nos gustó mucho. Contundente, eso sí, porque no escatiman en aceite. Más tarde nos explicaron que cada región tiene su manera de preparar el Plov, pudiendo variar el tipo de carne o incluso añadiendo fruta diversa.
Uzbekistan: Shvit oshi

Hay veces que la sorpresa en la comida te llega en el momento más inesperado. En la asombrosa ciudad de Khiva y comiendo en un restaurante de menú fijo, nos sirvieron de plato principal una especie de cordones gruesos de un inquietante color verde brillante. Parecían a primera vista un tipo raro de judías larguísimas que hacian de cama a zanahoria y patata guisada, pero nuestra sorpresa al probarlos fue comprobar que se trataba de una pasta muy especiada pero muy sabrosa. Al preguntar, nos explicaron que se trataba de Shvit oshi, unos noodles hechos con un infusionado de eneldo (de ahí el color) muy típicos de la región de Corasmia, de la que Khiva es la capital.
Nepal: Momos y Daal Bhat

El momos, unas empanadas al vapor que pueden ser de diferentes tipos de carne y verduras y el Dal Bhat, la sopa espesa de lentejas con arroz son definitivamente los platos mas reconocidos de la cocina nepalí. Y por supuesto quisimos probarlos en nuestro viaje al país asiático. El problema es que en los hoteles y restaurantes de menú o buffet a los que íbamos no nos servían más que pobres acercamientos. Hasta que en un paseo al atardecer por la bonita ciudad de Pokhara decidimos buscar un restaurante local y basándonos en las recomendaciones de internet, entramos en uno en la orilla del lago Phewa que tenía buena pinta. Y acertamos, ya que los momos estaban muy ricos, en especial los de cordero, y el Dal Bhat fue una fiesta ya que nos lo sirvieron con numerosos cuenquitos (no tibetanos) con salsas variadas, encurtidos y aderezos picantes con naam para acompañar.

Ummmmmm que rico todo. Probar la gastronomía local es parte de una experiencia viajera.
Hay que atreverse jijiji y disfrutar
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