Un road trip por el Midí francés

El impresionante claustro de la Abadía de Moissac

Dias antes de Semana santa: Urge salir de Barcelona y hacer un viajito para cambiar de aires y nos apetece el formato road trip por Francia. Después de valorar diferentes opciones y gracias en gran parte a la guía de un buen amigo que exploró la zona de manera meticulosa, nos decidimos por dar una vuelta por la región de Midí Pyrénées, en concreto por los departamentos occitanos de Tarn et Garonne, Tarn, Lot y el de Aude, a la caza de los pueblos más bonitos de la región. ¡Y los encontramos!

El viaje duró 5 días, durante los que visitamos once poblaciones:

  • Montauban
  • Moissac
  • Auvillar
  • Cahors
  • Saint Cirq Lapopie
  • Rocamadour
  • Figeac
  • Najac
  • Cordes sur Ciel
  • Albí
  • Carcassonne

(NOTA: Este artículo no pretende ser una guía de viaje exhaustiva sino un relato de nuestras experiencias por el Midí francés. Si os interesan datos e indicaciones, os recomiendo esta magnífica guía del blog de nuestro amigo Rafa, en la que nosotros nos hemos apoyado para confeccionar este road trip: La Misma Cantinela.)

MONTAUBAN

La entrada a la Cité desde el Pont Vieux

Nuestra llegada a la primera parada de la ruta, la ciudad de Montauban capital del departamento de Tarn Et Garonne, fue un tanto apocalíptica. Habíamos decidido no visitar la ciudad de Toulouse ya que nos habría llevado demasiado tiempo, así que nos disponíamos a esquivarla por una de sus rondas cuando el cielo que venía amenazando se abrió y cayó una tormenta que no permitía ver más allá del morro del coche. Entendimos de inmediato por qué en las autopistas francesas el límite de velocidad baja a 110 en casos de lluvia.

Las casas señoriales se reflejan en la Place Nationale

Conseguimos llegar a nuestro hotel sanos y salvos y tras registrarnos, salimos a visitar el centro. El antiguo recinto amurallado de Montauban, que constituye la ciudad antigua, es un conjunto de callecitas de 1 Km2 encaramado en la cima de una colina y al que se accede por el majestuoso Pont Vieux. Éste desemboca en el imponente Palacio Episcopal, sede del importante Museo Ingrés dedicado al pintor neoclásico nacido en la población y que no pudimos visitar por ser ya una hora tardía. A cambio, paseamos por las acogedoras calles del centro histórico admirando la estilizada Église de Saint-Jacques o la Catedral de Nôtre Dame hasta dar con la plaza central del barrio, la señorial Place Nationale donde un estanque central refleja las rotundas fachadas de ladrillo rojo que la rodean y unas arcadas dan cobijo a acogedores bares y restaurantes. Un buen sitio para tomar unas cervezas mientras ves la vida pasar, cosa que por supuesto no desaprovechamos.

MOISSAC

La historiada puerta románica.

La jornada siguiente nos prometía unas cuantas visitas interesantes que acabarían en nuestra siguiente parada para dormir, el pueblo de Rocamadour. Así que nos pusimos pronto en ruta hacia el primer objetivo marcado en nuestro mapa, la pequeña ciudad de Moissac, donde nos aguardaba la primera gran sorpresa del viaje, la Abadía de Saint-Pierre de Moissac. Llegar hasta ella no fue fácil ya que la población celebraba su mercado semanal y reinaba un cierto caos, pero unas callejuelas estrechas nos llevaron hasta la espectacular puerta de la Abadía, un bellísimo ejemplo del meticuloso románico francés.

Cada capitel cuenta una historia, como éste con el martirio del pobre San Pedro cabeza abajo.

Pero la visita especial a Moissac nos aguardaba tras el centro de interpretación: el sobrecogedor claustro de la Abadía. Una amable guía nos dejó la entrada a precio reducido ya que una visita de grupo estaba a punto de acabar (no hacía falta ya que no estuvieron más de un minuto, pero mercí beaucoup) y tras ellos tuvimos el claustro para nosotros solos. Así nos pudimos recrear en las 110 columnas que cierran el singular espacio ya que en cada uno de sus capiteles se narra una escena del antiguo o del nuevo testamento, algo que, según leímos es único en el mundo y que dota a este claustro de una relevancia especial. Impresionante.

AUVILLAR

La alhóndiga medieval de Auvillar

Tras admirar de nuevo la portada románica de la Abadía, dimos por finalizada la visita y nos dirigimos a la siguiente parada, el pueblito de Auvillar, a unos 20 Km de distancia atravesando campiña y puentes sobre el Garonne. Se trata de una pequeña población de no más de 1000 habitantes que atesora un centro medieval perfectamente conservado. Tras atravesar la ufana Tour de l’ Horològe (la Torre del Reloj) una callecita porticada nos llevó hasta un espacio realmente singular: la Halle aux Grains: un antiguo pabellón donde se comerciaba con grano que conserva todos sus detalles y que preside una coqueta plaza triangular de interesantes fachadas medievales. Antes de irnos al siguiente destino dimos una vuelta por las empedradas callejuelas del pueblo visitando la Eglise de Saint-Pièrre y el Mirador sobre el Garonne.

CAHORS

Estudiando la historia del claustro de la Catedral. ¡Que no se escape ni un detalle!

Cahors, siguiente parada de la ruta, es ya una ciudad más grande que las anteriores. De hecho es la capital del departamento de Lot y su centro histórico está situado estratégicamente en un meandro del río homónimo. Dejamos el coche en su calle principal y nos dirigimos a la primera visita, la catedral gótica de Saint-Etiénne. De nuevo, lo que más nos impresionó fue el claustro de la catedral ya que ofrece unas perspectivas increíbles de las bóvedas de la nave. Y aprendimos una curiosidad: Francia ha conseguido reconocer como Patrimonio de la UNESCO su parte del Camino de Santiago (curiosamente España no lo ha conseguido aún), destacando varios monumentos religiosos o civiles del Camino. En Cahors por ejemplo, lo son la propia Catedral y el puente que visitaríamos más tarde. ¡UNESCO cazado!

Cruzando el casco antiguo para alcanzar nuestra siguiente visita nos topamos con un curioso circuito que tienen montado en Cahors. Se trata de un recorrido por jardines secretos con su mapa y todo para irlos descubriendo. Lástima no haber dispuesto de más tiempo porque hubiera sido divertido buscarlos.

El majestuoso Pont Valentré

Y al otro lado del centro histórico nos esperaba el imponente Pont-Valentré, un espectacular ejemplo de arquitectura defensiva construido en piedra en el siglo XIV y que se ha convertido en el símbolo de la ciudad. Construido en forma de «lomo de asno» (esto es, más elevado en su centro que en sus extremos; tuvimos que buscar el significado…) cuenta con seis arcos y tres amenazadoras torres de defensa de 40 metros de altura. Y una curiosa leyenda: el Diablo se lleva una piedra cada noche para desesperación de los pobres albañiles que no han podido ver su obra acabada aún, ya que tienen que completar el puente cada día.

SAINT CIRQ LAPOPIE

Saint Cirq Lapopie trepa por la montaña

De camino a Rocamadour, y encaramado a los montes de Causses du Quercy, nos esperaba uno de los pueblos más bonitos y singulares de nuestro periplo: la diminuta villa de Saint-Cirq Lapopie. Construido en la ladera de la montaña, el casco urbano de no más de 50 casas todas construidas en piedra cuenta con un desnivel superior a los 200 metros y no tiene una sola calle a nivel. Y eso es el secreto de su encanto, aparte de conservar un casco medieval intacto (salvo las ruinas del Castillo de Cardillac, que nos ofrecieron un paseo vertiginoso y bellísimo) Otro de los singulares atractivos del pueblo es la cantidad inusual de talleres de arte que nos encontramos: es consecuencia del retiro que en los años 50 disfrutó en la pueblecito el pintor surrealista André Bretón y que atrajo a un sinnúmero de artistas e intelectuales que han ido manteniendo la tradición artística hasta hoy en día.

ROCAMADOUR

La Rue Sacre nos dejó a los pies de Rocamadour

La segunda noche la teníamos planeada en Rocamadour, concretamente en el pueblito de L’Hospitalet que está justo delante de la población. Dado que llegamos a la caída de la tarde, ya nos quedamos en la terraza del hotelito que habíamos reservado disfrutando con un par de buenas Affligem de las vistas del pueblo iluminado que prometían una interesante visita para la jornada siguiente.

A la mañana siguiente el recepcionista nos aconsejó el camino circular que, si bien era un poco más largo que el directo, resultó todo un acierto ya que nos condujo por la Rue Sacre hacia la misma Puerta de Rocamadour. Este trayecto nos permitió darnos cuenta del importante centro de peregrinaje religioso que supone esta población, la mas visitada de Francia después de París y el Mont Saint-Michel aunque por suerte por lo temprano de la hora y por ser temporada baja pudimos disfrutar de la visita casi en solitario.

La Grand Escalier serpentea entre rocas y muros

Rocamadour es un pueblo extraordinario en todos los sentidos. Ya la propia disposición de los diferentes edificios que lo componen es única. La población habita en una estrecha calle al pie del acantilado con tiendecitas de souvenirs y establecimientos de restauración en los bajos de las sólidas casas de piedra. En uno de los extremos de la calle nace la solemne Grand Escalier, una escalera de piedra monumental que ya es un monumento de por sí y que algunos esforzados peregrinos eligen subirla de rodillas. Existe un ascensor que te facilita la ascensión pero obviamente nosotros decidimos remontar como se merecían los 216 peldaños de piedra que desembocaron en la plaza del Santuario de Rocamadour, un impresionante complejo de siete iglesias y capillas parcialmente construidas dentro de la propia roca, siendo la iglesia de Notre Dame la más grande de todas ellas y quizás la más impresionante al tener dos paredes directamente de roca. El conjunto nos impresionó por la locura de arcos, fachadas, torres, roca y balaustradas que juegan y se funden a cien metros por encima del pueblo.

Tras superar un túnel y un pasadizo encontramos el camino que asciende por la colina trazando trece curvas cerradas y en cada una de ellas pudimos ver una pequeña capilla que narra cada una de las trece estaciones de la Vía Dolorosa de Jesús, seguramente para que los peregrinos completen su ritual (aunque los más comodones pueden subir en una especie de funicular). El camino desemboca en el tercer nivel de la población, el señorial Castillo de Rocamadour que preside majestuoso el pueblo a sus pies y todo el valle que lo rodea.

FIGEAC

Los palacios de la gente bien del S XVIII son très chic.

Nuestra siguiente parada fue la pequeña ciudad de Figeac, a la que llegamos a media mañana. Tras dejar el coche en la plaza principal (con la suerte de nuestro lado: por un minuto no tuvimos que pagar), entramos en la oficina de turismo donde nos dieron un práctico mapa con un extenso recorrido que abarcaba todos los puntos singulares del casco antiguo de la población y que nos llevó nada menos que dos horas. Pero dos horas muy bien empleadas.

Durante el recorrido, que nos ofreció una idea bastante clara de la población, vimos los palacios nobles del S XVII, las antiguas construcciones con los áticos sin paredes para airear el grano, visitamos las placitas donde antiguamente se vendía el grano y los animales, hoy repletas de bonitos bistrós y cafeterías, subimos a la colina donde se alza la iglesia de Notre Dame du Puy, que domina toda la ciudad, y paseamos por las arcadas góticas de los antiguos palacios que hoy simbolizan la ciudad.

Aprendiendo jeroglífico sobre la Rosetta gigante

Pero el rincón más encantador de la ciudad lo encontramos en la recoleta Place des Ecritures, una bonita placita gótica con una inmensa representación de la Piedra Rosetta en una placa metálica que abarca todo el suelo. Y es que Champolion, hijo predilecto de la ciudad, descubridor de la celebérrima Piedra y más tarde descifrador de la escritura jeroglífica, tiene un museo bien cerca, en la casa donde vivió toda su vida.

NAJAC

La calle principal (y única) de Najac

Lo primero que nos sorprendió del pueblecito de Najac es que está compuesto por una sola calle. En efecto, tras dejar el coche en el aparcamiento de la parte alta, tras unas fachadas se abría una ancha calle en pronunciada bajada con elegantes casitas unifamiliares. Al final de esta especie de paseo empezaba el pueblo antiguo, con el estrechamiento de la calle y ya casas de piedra más antiguas alternadas con mansiones señoriales que albergan pequeños restaurantes en sus bajos.

Pero al nivelarse la calle, tras un par de recodos de la calle, nos esperaba una visión imponente: A lo alto de la colina se levantaba majestuoso en Castillo de Najac, impresionantes ruinas de una fortaleza templaria construida en el siglo XIII y principal motivo de nuestra parada. Al Castillo llegamos tras remontar la última parte del pueblo (la más antigua) y dejar atrás la señorial Casa del Gobernador

El imponente Castillo de Najac

Nos encantó visitar el Castillo. Sus altos muros, en su mayoría intactos y sus torres con aspilleras de más de 6 metros (las mas altas jamás construidas, leímos) encierran un patio desde el que es fácil evocar los tiempos en los que esta fortaleza señoreaba toda la región. Pudimos subir a una de sus torres, recorrer un pasadizo secreto (no muy secreto; estaba perfectamente señalizado), visitar salas nobles y asomarnos a sus almenas. Y como estábamos prácticamente solos, acabó siendo toda una experiencia que nos trasladó a tiempos pretéritos.

CORDES SUR CIEL

Tras salir de Najac comprobamos que íbamos bien de tiempo y que sería posible visitar otro pueblo de camino a donde íbamos a dormir, la ciudad de Albí. Abrimos Google y nos dimos cuenta que Cordes sur Ciel estaba prácticamente a medio camino, así que hacia allá nos dirigimos

Camuflándonos ante la Église de Saint-Michel

Se podría decir que Cordes Sur Ciel es el negativo de Najac (salvando las distancias ya que su parte moderna alberga mucha más población) ya que su Cité la componen un par de calles paralelas que se encaraman a una colina central y bajan abruptamente hasta el otro extremo del casco antiguo. Pero a diferencia de Najac, estas calles están repletas de pequeños talleres de arte local. Además, sus dos calles principales y sus callejuelas transversales que se recorren en poco tiempo son mucho más monumentales. Así, pudimos pasar bajo la imponente Puerta del Reloj, alcanzar tras un par de vericuetos las medievales Torre de la Barbacana y la Torre del Vencedor y sentarnos un rato en la tranquila placita de la Eglise de Saint-Michel mientras veíamos como unos lugareños jugaban a la petanca, deporte bastante extendido en la región. Una lástima que la mayoría de los encantadores negocios de arte local estuvieran cerrados por ser temporada baja, ya que hubiéramos pasado un buen rato curioseando en ellos.

ALBÍ

Skyline de Albí con la mole de la Catedral y el Palacio episcopal

Albí, la Ciudad Episcopal, y capital de la región del Tarn, nos impresionó por que no nos esperábamos un centro histórico tan contundente en cuanto a belleza, monumentalidad e historia, tanto que en 2010 fue nombrada Patrimonio de la UNESCO (¡Otro UNESCO cazado!). Y tuvimos suerte ya que nuestro hotel estaba justo antes de cruzar el Puente Viejo, que ofrece en la mitad de su recorrido las vistas más icónicas de la ciudad. Así que de buena mañana ya teníamos una espectacular postal de Albí.

La imponente Catedral de Albí.

La Catedral de Saint Cecile nos resultó abrumadora tanto por fuera como por dentro. Desde el exterior es una inmensa mole de ladrillos que te hace sentir muy pequeño. De hecho es la catedral más grande del mundo construida con este material y leímos en el folleto de la oficina de turismo que el obispo Paul de Cassagnac la mandó construir en el S XIII dándole el aspecto de una terrible fortaleza para asegurar la sumisión de los albigenses (secta cátara que mayoritaria en la región y de donde proviene el nombre de la ciudad) tras derrotarlos en el campo de batalla. Y realmente cumple su función con creces, mas aún con el amenazador campanario de ladrillo de 78 metros de altura añadido en el S XVI, que más nos pareció una torre defensiva.

Los frescos ocupan una extensión equivalente a 2 campos de fútbol.

Y si desde el exterior la catedral es intimidante, en el interior se nos mostró de una espectacular magnificencia gracias a la borrachera de frescos que cubren todos sus muros y techos, llegando a cubrir una extensión de más de 1.800 m2 de pinturas tanto figurativas, con escenas de la Biblia y del Juicio final, como geométricas. Nos hubiéramos quedado horas sentados en los bancos de la nave contemplando esa increíble obra de arte.

Abandonamos la catedral con ganas de un poco de aire fresco así que dimos una vuelta por el circuito alrededor del colindante Palacio Episcopal o Palais de la Berbie que pasa por los muros exteriores del Palacio y por sus cuidados jardines y que los lugareños utilizan como pista de running. En el interior del palacio se aloja el Museo Toulouse-Lautrec, prohombre de la población pero por falta de tiempo no pudimos visitarlo. Queda para la próxima. Lo que sí hicimos fue dar una vuelta por el barrio llamado Albí Episcopal (el barrio viejo, vaya) admirando sus cuidadas casas medievales y sus claustros. Ah, y comernos una espectacular crèpe de un puestecillo callejero. A veces mola hacer el guiri y más si es de esta forma tan nutritiva.

CARCASSONNE

Las murallas de Carcassonne. Un bonito envoltorio

Carcassonne fué la última etapa de nuestro road trip. Y tenemos que decir que resultó una gran decepción. Sí, de acuerdo, el envoltorio es espectacular: esa ciudad medieval amurallada (reconstruida en el S XIX después de salvarse de la demolición), con más de 50 torres y con sus dos perímetros defensivos es impresionante. Pero una vez accedimos por la Puerta de Narbonne, todo el encanto se vino abajo: caminando entre hordas de turistas, nos dimos cuenta de que todas y cada una de las casas albergan tiendas de souvenirs cutres (qué diferencia con los comercios de Cordes Sur Ciel o Saint Cirq Lapopie), establecimientos de helados o fast food, o bares donde te tratan a modo turista (fue el único sitio de todo el viaje donde la gente fue, digámoslo suave, poco amable). Resumiendo, que dimos la vuelta de rigor y huimos hacia la ciudad nueva atravesando el Pont Vieux hasta la encantadora Place Carnot, donde nos tomamos unas cervezas en una de sus terracitas.

Paseito por el Canal Du Midí

A la mañana siguiente, descartada la opción de visitar de nuevo la ciudad medieval (valoramos por un instante la posibilidad de visitar el castillo reconstruido y las murallas, pero se nos pasó rápido), decidimos embarcarnos en uno de los cruceritos que van por el Canal du Midí (¡otro UNESCO!) pero no pudieron salir por el fuerte viento que soplaba esa mañana. Así que hicimos el mismo recorrido pero paseando por el camino de sirga del Canal. Nos sirvió para darnos cuenta de la importancia y la magnitud de esta construcción, que une el Mediterrraneo desde Sète hasta el Atlántico por Toulouse y el río Garonne. Y que si en su momento álgido en los S XVIII y XIX fue un gran avance para el comercio y el transporte fluvial, ahora permanece como un lugar de ocio, paseo y turismo reposado.

Y c’est fini! Nuestro viaje tocó a su fin. Encantados con la experiencia occitana, era hora de volver a casa. Pero llevándonos con nosotros el firme propósito de repetir road trip por este maravilloso país que es Francia. ¿La Provènce? ¿Los castillos del Loira? ¿Normandia? ¿Bretaña? Quién sabe. Pero seguro que volveremos.

2 comentarios en “Un road trip por el Midí francés

  1. Avatar de Milagros Jimeno Blazquez
    Milagros Jimeno Blazquez 29 mayo, 2023 — 5:34 pm

    Un road trip muy interesante, y como siempre un buen relato, tomo nota y ✔️ apunto en la libreta.
    Gracias por compartir.

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    1. Avatar de isafe1806

      Nos gustó mucho Mila. ¡Muy recomendable!

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