
Bolonia, la capital de la región de Emilia Romagna, al norte de Italia, es conocida de varias y pintorescas maneras: la Dotta (por sus universidades) la Rossa (por el color rojo de sus fachadas), la Turrita (por las 22 torres que la distinguen y las más de 100 que tuvo) o la Grassa (por lo bien y abundante que se come). Es una ciudad bella, histórica, animada, vibrante y acogedora, y es perfecta para una visita de fin de semana y más gracias a los buenos y económicos enlaces aéreos desde Barcelona y Madrid.
Otra característica singular de la ciudad son los soportales. Bolonia posee una gran cantidad de pórticos que flanquean sus calles más céntricas, la mayoría de ellos señoriales y profusamente decorados. Cubren 38 Km. de longitud, y cabe destacar de entre ellos el más largo del mundo, de casi 3,8 Km. ininterrumpidos. Desde 2021 son patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Existen diversas rutas para poder recorrer los principales soportales de la ciudad.
LLEGADA A LA CIUDAD

Si llegáis a Bolonia en avión, lo más práctico para desplazarse hasta la ciudad es el tren semidirecto Marconi Express. Es muy rápido y cómodo, aunque no demasiado barato (17 € ida y vuelta en Marzo de 2022) pero siempre es más económico que un taxi. El tren deja en la Estación central y para llegar al centro sólo tenéis que tomar la Via dell’ Indipendenza, una señorial avenida donde ya nos encontramos con los primeros pórticos y que, tras cruzar los restos de las murallas y la antigua puerta de la ciudad, discurre entre hoteles de lujo y tiendas de marca. Casi al final de la avenida, a mano izquierda, aparece imponente la Cattedrale Metropolitana di San Pietro, la catedral de la ciudad para los boloñeses. Sus obras finalizaron en el S XV en estilo barroco y su campanario, de 70 metros, es una de las torres más altas de la ciudad (de las que hablaremos más adelante). Se puede subir al campanario en horas concretas y también bajar a las catacumbas donde se pueden contemplar vestigios de las primeras construcciones.
UN PASEO POR EL CENTRO

La Via dell’ Indipendenza desemboca en el centro de la ciudad, en el Km 0 de Bolonia. Se trata de la famosa Fuente de Neptuno. Punto de reunión por excelencia de los boloñeses, se alza en la plaza homónima y es un grupo escultórico bellísimo y potente, tanto que se ha convertido en el símbolo de la ciudad. Fue construida en el siglo XVI por el flamenco Juan de Bolonia. Dos curiosidades: ¿sabéis qué escudería de coches de lujo tiene como símbolo el tridente del dios? ¿sabíais que el escultor quiso hacer los genitales de mayor tamaño y no se lo permitieron? Como venganza dispuso los dedos de la mano de tal manera que, mirados desde cierto ángulo, «corrige» el tamaño de los órganos sexuales. A la derecha de la estatua, en la fachada del solemne edificio del Pallazzo d’ Accursio podemos ver un par de cosas peculiares: unas marcas blancas en la pared que indicaban las antiguas medidas para el comercio en la ciudad y sobre ellas unas águilas labradas en piedra; se dice que la derecha fue esculpida por Miguel Angel.

Tras la fuente de Nettuno se abre la señorial Piazza Maggiore, llamada por los locales el Quadrilattero. Esta magnífica piazza, que es donde se celebran todo tipo de eventos ciudadanos, manifestaciones, conciertos, etc… está rodeada por tres edificios singulares: el Palazzo d’ Acursio, sede del Ayuntamiento, con sus patios y sus regias galerías que se pueden visitar, el Palazzo del Re Enzo, sus pasillos interiores con hordas de turistas haciéndose fotos y su gran torre y, sobre todo la Basílica de San Petronio, con su impresionante Porta Magna, que es la iglesia más grande de la ciudad y una de las mayores de Italia. Esta basílica está guardada permanentemente por unidades del ejército ya que uno de sus frescos contiene una representación de Mahoma decapitado, cosa que no hace demasiada gracia a la comunidad musulmana.

Del costado opuesto al del Ayuntamiento se abren unos pintorescos callejones que siempre están abarrotados ya que cuentan con numerosos bares, restaurantes bastante económicos de producto local (los típicos tortellini o el salume), terrazas y tiendas de alimentación. Si tenéis hambre, es muy recomendable entrar en cualquiera de ellos ya que la calidad de lo que ofrecen es más que buena. Nosotros escogimos la Salumeria Simoni, en la Via Pescherie Vechie donde tienen unos embutidos y unos quesos espectaculares y una amplia carta de buenos vinos de la región. Fue un acierto total.
Al sur del Quadrilattero se abren tres plazas, casi a continuación la una de la otra y que vale la pena visitar. La primera de ellas, justo detrás de la mole de la Basílica es la Piazza de Galvani. En ella se puede ver una curiosa estatua de Luigi Galvani, uno de los hijos pródigos de la ciudad, con una rana de las que usaba para experimentar. En la fachada de los soportales está el Palacio del Archiginnasio, sede de una antigua y majestuosa biblioteca y de un antiguo Teatro Anatómico que se pueden visitar (la entrada al Teatro cuesta 3 €). Fijaos también en la curiosidad de las losas que pavimentan el suelo del pórtico: se pueden ver fósiles incrustados en el mármol.

A continuación encontramos la Piazza Cavour. Se trata de una elegante plaza ajardinada perfecta para pasear o descansar en sus bancos. En uno de ellos descansa permanente el cantante y poeta Lucio Dalla. Bueno, su estatua, que recibe a multitud de turistas que hacen cola para hacerse un selfie. Vale la pena recrearse en el techo del pórtico a sus espaldas, ricamente decorado con imágenes de celebrities italianas. Y si os apetece, en esta plaza está la que dicen es la mejor heladería de la ciudad, la Cremeria Cavour, frecuentada tanto por locales como por turistas. Imprescindible.
Si tomamos la Vía Garibaldi, llegamos a la Piazza San Doménico, una gran superficie despejada donde destaca la gran mole de la Basílica de San Doménico, finalizada en el S XIV y que contiene las reliquias del santo, además de un coro exquisitamente labrado. En la plaza se levantan dos columnas que rematan dos tumbas de los glosadores de la ciudad y que se cree que son las únicas tumbas estilitas del mundo.

Es momento de volver hacia el centro. A unos 300 m encontramos la Piazza Santo Stéfano, que los boloñeses reclaman como la plaza más bonita del mundo. No sabemos si tienen razón, pero en verdad es señorial y acogedora. Esta plaza de planta triangular está flanqueada por antiguos palazzos y presidida por el complejo de las Sette Chiese (las siete iglesias), todas integradas en la Basílica de Santo Steffano. La plaza está siempre frecuentada por gente local ya que está rodeada por bares y restaurantes con sus terrazas desplegadas por las aceras. Además, los sábados se celebra un pintoresco mercadillo de antigüedades que se extiende por toda la plaza y sus aledaños.
En el norte de la plaza se abren unas galerías que albergan elegantes restaurantes (ojo, algo subidos de precio) que van a dar a la Strada Maggiore. En ella podemos ver otro tipo de soportales, estos con altas vigas de madera, que se consideran los más antiguos de la ciudad. Esta calle va a parar a la Piazza di Porta Ravegnana, donde se encuentra el símbolo de la ciudad, Le Due Torri. Pero nos ocuparemos de ellas más tarde, en la ruta que realizamos siguiendo las torres más importantes.
DE EXCURSIÓN AL SANTUARIO DE SAN LUCA

Es una buena idea dedicar una tarde a subir la colina que corona el Santuario de San Luca, lugar de referencia de locales y turistas. Se trata de un santuario edificado en la cima del promontorio del Colle de la Guardia, a 300 m de altura y que es un punto de peregrinación, de paseo o recorrido deportivo muy popular de la ciudad. Al santuario se puede subir en bus, en tren turístico o caminando; pero pensáoslo bien: desde el centro son unos 5 Km con un bonito desnivel. Recomendamos hacer la ida en transporte y la vuelta caminando, ya que el paseo tiene su recompensa.
Primero lo primero: Se puede ir en transporte público (línea 21 desde la Estación de trenes o varias paradas desde el centro) o en tren turístico. El trenecito, que se llama San Luca Express, sale de la Piazza del Quadrilattero cada 45 minutos, tarda más o menos una hora, cuesta 12 €. el trayecto de ida y vuelta, y lleva incorporada una audioguía que te va explicando los highlights del trayecto.

Una particularidad de este recorrido es que, a partir de la solemne Porta Saragozza, el recorrido hasta el mismo santuario se hace ininterrumpidamente bajo pórticos, conformando el paseo de soportales más largo del mundo (3,6 Km). Recomendamos hacer este trayecto de vuelta, ya que es un paseo muy agradable y bastante más fácil que hacerlo de subida. Como curiosidad, el pórtico está festoneado por exactamente 666 nichos, cada uno con su número de orden y una plaquita en honor a un boloñés o boloñesa o una familia y se intercalan con 15 delicadas capillas con pinturas dedicadas a los misterios del Rosario. Aparte de eso, podemos disfrutar de trabajados arcos como el Arco de Meloncello y señoriales villas de la época en la que estos parajes eran las afueras de la ciudad.
Al final del extenso pórtico, en la cima de la montaña, se levanta el Santuario de San Luca. Su construcción se dilató a lo largo de tres siglos, siendo finalizada su cúpula en 1950. El santuario es una silueta característica de Bolonia, y desde sus terrazas se puede contemplar una vista privilegiada de la ciudad. Se puede acceder a la cúpula para gozar aún de mejores vistas; el precio de la entrada es de 5 €.
UNA RUTA POR LAS TORRES

Ya hemos paseado por el centro y hemos subido al santuario de San Luca. ¿Qué tal un recorrido por las principales torres de la ciudad? Ya comentamos anteriormente que Bolonia llegó a tener más de 200 torres, ya fueran defensivas, de aviso, como campanarios, o simplemente para demostrar el poder de las familias, de las cuales sobreviven en la actualidad alrededor de 22 y que han resultado ser una de las características de la ciudad.
Empezemos por le Due Torri, verdadero icono boloñés. Se trata de la Torre Asinelli y la Torre Garisenda, en las confluencias de la Strada Maggiore y la centrica Via Rizzoli. Construidas en el S. XI, la primera mide 97 m y es la más alta de la ciudad y la segunda mide 48 m. Están inclinadas 1 y 3 grados respectivamente respecto a la vertical debido a los movimientos del terreno y si las observamos desde ciertos puntos de vista parecen que estén descansando en un equilibrio muy frágil. La torre más alta es visitable (5€), pero recomendamos coger la entrada por anticipado ya que los tickets del día se agotan muy pronto porque hay largas colas de turistas. Aunque si de lo que se trata es de subir a una torre, hay alternativas mucho menos concurridas, como veremos.
Torre Azzoguidi. Situada en la Via Altabella, es una torre de base cuadrada de unos 60 metros construida en el S XII. Se cree que fue más alta en su momento por las sólidas dimensiones de su base, preparadas para aguantar una estructura mayor. Los primeros pisos fueron usados como viviendas mientras que los bajos en la actualidad albergan tiendas.

Torre Prendiparte. Esta singular torre de 61 metros construida en el S XII alberga en su interior un diminuto y exclusivo Bed and Breakfast. Es una torre visitable aunque las empinadas escaleras de madera de los últimos tramos no son muy aptas para los que sufren de vértigo, sobre todo en la bajada. Eso sí, la espectacular vista que ofrece de los tejados rojos del centro y del dibujo de sus revirados callejones bien vale el esfuerzo. Y además, como casi nunca hay colas, sirve de alternativa a la supervisitada Torre Asinelli. Está en la Piazza Sant’ Aló y el ticket cuesta 3 €.
Campanile de la Catedral de San Pedro. Si bien técnicamente no es una torre, a la práctica la podemos contar como tal. Finalizado en el S. XVI, tiene 70 m de altura y se accede desde el interior de la Catedral, en la Via dell’ Independenza. Se puede visitar a horarios convenidos, aunque sólo sábados y domingos. La campana que corona la torre es la mas pesada de la ciudad, con un peso de 3.300 Kg: se le llama La Nonna y su potente tañer se escucha claramente por todo el centro de la ciudad.
Torre dei Scappi. Esta pequeña torre (38m) pasa casi desapercibida si caminamos por la Via dell’ Independenza, pero es claramente visible desde la Estatua de Nettuno. Sus anchos muros cuadrados indican que se proyectó con una altura superior, quizás para rivalizar con la vecina torre Azzoguidi, pero nunca pasó de la altura actual. El nombre de la torre y de la família homónima viene de una leyenda (falsa) sobre una mujer que, desde la torre, delató la fuga del Rey Enzo del palacio vecino al grito de scappa, scappa.

Torre Accursi o Torre del reloj (dell’ orologgio). Esta elegante torre, construida en una esquina del Pallazzo Accurso en la Piazza Maggiore tiene 46 m de altura. Construida en el S.XIV, es la primera edificación del conjunto del actual Palazzo, que hoy alberga el ayuntamiento, y su reloj de más de 6 m de diámetro es el mayor de toda Italia en su clase.
Torre dei Galluzzi. Se erige en la plaza homónima, muy cerca de la Piazza Maggiore. Junto a otras torres como la de Prendiparte, esta torre pertenecía a una de las principales familias de la ciudad en el S XIII, estaba habitada y era parte de lo que se conoce como los rascacielos medievales de Bolonia. Actualmente mide 30m pero es probable que fuera más alta. Se cuenta que los Galluzzi, propietarios históricos de la torre, protagonizaron una leyenda parecida a la de Romeo y Julieta con la familia rival los Carbonessi.
UNA CURIOSIDAD FINAL

Si vuestro camino de vuelta os lleva hacia la estación de trenes, no dejéis de visitar una curiosidad en la Via Piella. Se trata de la denominada Finestrella, es decir, ventanita. Y es que es una ventana bajo un soportal que da directamente sobre el único canal al aire libre de la ciudad que se conserva (antiguamente Bologna gozaba de una extensa red de canales usados para transporte de mercancías). Esta Finestrella es un marco natural para fotógrafos aficionados, bloggers o instagrammers, por lo que se generan largas colas para conseguir este peculiar selfie
Bolonia tiene cultura, gastronomía, buen ambiente, invita a bonitos paseos y es perfecta para una escapada de fin de semana. Y sí, lo habéis adivinado: la famosa escudería que tomó su símbolo del tridente de la estatua de Nettuno es la deportiva Maseratti.
