
Teníamos muchas ganas de visitar Marruecos y habíamos pensado en pasar unos días en Marrakesh, lo típico vaya. Pero un buen amigo nos aconsejó que en su lugar fuéramos a Fez ya que, según nos dijo, es una ciudad más auténtica y con muchos menos turistas. Y acertó. Fez es el destino ideal para conocer un trocito de Marruecos en un fin de semana largo (nosotros pasamos tres noches) y salir con algo de idea de la cultura árabe de ese rincón de África.
Los riads

En Marruecos existen unas edificaciones llamadas Riads (o ryads) que en los últimos años se están restaurando y reformando para convertirlos en hoteles. Los hay más o menos lujosos pero son alojamientos más asequibles que los grandes hoteles y, por supuesto, con mucho más encanto. La estructura es siempre la misma: dos o tres plantas construidas entorno a uno o dos patios que cuentan a menudo con fuentes y vegetación. Se trataba de casas nobles y señoriales, con fachadas muy austeras y sin prácticamente ventanas (por lo de la privacidad en los usos islámicos) pero con interiores profusamente decorados con azulejos, molduras, arcos y columnas.
Nosotros nos alojamos en el Riad Al Makan, un elegante hotel con dos patios centrales, muy buen precio y muy cerca del centro de la ciudad.
La Puerta Azul

La antigua medina de Fez estaba rodeada por una muralla (aún se puede ver en la actualidad en muchos tramos) y existían puertas para entrar y salir de ella. La más importante y principal aún hoy es la Puerta Azul. Denominada en árabe Bab Bou Jeloud (Bab significa puerta, os vais a encontrar con esta palabra numerosas veces) fue construida durante la época colonial francesa a principios del S.XX y sirve como punto de partida de avenidas, principal acceso a la Medina, y concentra en su explanada interior numerosos restaurantes. Y su triple arco y su fachada cubierta de arabescos y azulejos (azules en el exterior, verdes en el interior) forman una de las imágenes más reconocidas de la ciudad.
La Medina

la pequeña plaza que se abre detrás de la Puerta Azul desemboca en dos calles, Tala’a Keira y Tala’a Seghira. Conviene familiarizarse con estas dos vías ya que son las únicas que atraviesan la Medina hasta la zona del río y nos servirán de referencia en el dédalo de calles, callejuelas, callejones y cul-de-sac que forman el área peatonal más grande del mundo, declarada por la Unesco como patrimonio mundial. Es imposible no perderse en la Medina de Fez alguna vez (el que diga que no le ha sucedido, miente) pero eso forma parte de su encanto: quizás encuentres una tiendecilla que se te habría pasado por alto de otra manera, o una puerta ricamente labrada, una explosión de mosaicos o unos arcos evocadores de otras épocas… y siempre te será fácil volver a una de estas dos calles de referencia (los lugareños están más que acostumbrados a ayudar a turistas despistados y lo hacen con amabilidad) que concentran las tiendas para turistas, de alimentación, artesanía o pequeños cafés.
Zocos

La antigua Medina se divide en varias zonas, cada una con su zoco o mercado dedicado a alguna actividad artesana. Así encontramos el Zoco Attarine, en el centro de la Medina, cubierto y conformado por varios corredores que se entrecruzan y que está dedicado a las telas y ropas, el de la Henna, al final de Tala’a Kebira está dedicado a los perfumes, aceites y al famoso argal, el remedio local para todo. El Nejjarine es el de los carpinteros y artesanos de la madera, el Achebine, cerca de la puerta azul que vende gallinas y otras aves vivas y carne al corte, y el de la bonita Plaza Seffarine, cerca de la curtidurías, que personalmente fue el que más nos gustó es el de los caldereros y artesanos de cobre y bronce, uno de los oficios más antiguos y tradicionales de Fez. Las tiendas, que venden espejos, utensilios de cocina, lámparas y artesanía, son de las más bonitas de la Medina.
Curtidurías

En el extremo este de la medina, al otro lado de la entrada por la Puerta azul y a orillas del río Fes, encontramos las famosas curtidurías. Hay 4, siendo la más grande y famosa la Curtiduría de Chouara. La curtiduría funciona de la misma manera desde su fundación siendo, aparte de una factoría en pleno rendimiento, la mayor atracción turística de la ciudad. Se puede visitar de dos maneras: contratando un tour por el recinto o desde los terrados de las casas adyacentes. Nosotros escogimos esta modalidad; es gratuita pero se aconseja dejar una propina o comprar algún artículo de cuero en las tiendas por las que atraviesas para llegar arriba. Si no, te arriesgas a que te persigan durante un buen rato a la salida, con insistencia y de no muy buen humor.
la vista desde los tejados es impresionante. Decenas de vasos de piedra que contienen líquidos de múltiples colores usados para teñir las piezas de piel se alternan con las piscinas de sustancias hediondas que sirven para ablandar el material. El olor es bastante nauseabundo, no en vano se usa orina de vaca y defecaciones de paloma para tratar las pieles. No es muy apto para personas sensibles a los olores fuertes, de hecho, los chicos de las tiendas te están dando hojas de menta todo el rato para que te las pongas bajo la nariz con el objetivo de mitigar el pestazo del ambiente.
Mezquita y madrassa de Al Qarawiyyin

Fundada en el siglo IX, se trata de la universidad más antigua del mundo de las que en la actualidad existen. Aunque no se puede visitar en su interior si no profesas la religión islámica, vale la pena acercarse a ella e intentar, a través de alguna puerta abierta, divisar alguno de sus espléndidos patios con sus azulejos y mosaicos verdes y blancos. Su minarete destaca entre todas las edificaciones de la medina, ya que es el más alto de la ciudad y constituye un punto de referencia, además de ser una de las siluetas características de la Medina
Mirador de las tumbas Marínides

Al norte de las murallas que encierran la Medina se levanta una colina coronada por el castillo de Borj Nord. Construido en el siglo XVI, alberga el Museo de las Armas de Fez. La visita de este recinto no es nada del otro mundo, pero sí que lo son las ruinas de las tumbas de la época del sultanato de los Marínides (un imperio bereber cuyo auge se sitúa entre los siglos XIII y XV y bajo el cual Fez tuvo su época de mayor esplendor), situadas unos cientos de metros colina arriba y que ofrecen las vistas más espectaculares de la Medina en su totalidad. Desde ahí podemos contemplar al abigarrado trazado urbano de esta inmensa área peatonal y, si lo hacéis coincidir con alguna de las llamadas a la oración, experimentar la curiosa cacofonía de los cantos de los muecines que llega desde los distintos minaretes de la ciudad. Por la noche, la figura iluminada de las ruinas que se recorta en la colina se puede ver desde todos los puntos de la ciudad.
Palacio real

Denominado Dar al-Makzen, este magnífico palacio del S XIV se extiende por 80 hectáreas y es el resultado de diversas ampliaciones y remodelaciones. No admite, por desgracia, visitantes, pero aún así, contemplar su fachada principal con sus gigantescas puertas ornamentadas que presiden una gran explanada vale mucho la pena. Se trata de siete puertas de bronce que simbolizaban los siete niveles de la monarquía imperial y que fueron añadidas durante la época alauita en el S XX
Barrio judío

llegar al barrio judío desde la Medina resulta un magnífico paseo si lo combinais con los jardines de Agdal, con su estanque y sus senderos arbolados que refrescan el corazón de la ciudad y con la puerta Bab Dekkain, un majestuoso acceso con un gigantesco patio amurallado en donde tienes la sensación de estar en el corazón de un antiguo castillo. Este patio va a dar directamente a la Rue Fez El Jdid, por donde se extiende un pintoresco mercadillo de telas y ropa, sitio habitual de mercadeo de la gente local, y que desemboca en otra majestuosa puerta, la de Bab El Semarine, esta ya en la segunda muralla de Fez.
Tras esta puerta se extiende el barrio judío, y entrar aquí es como aparecer de repente en otra ciudad si no directamente en otro país. Y así es, la Mellah conformaba el ghetto judio de Fez. Pegado a las murallas del Gran Palacio, este ofrecía a los habitantes del barrio protección y seguridad, algo mu demandado entre sus habitantes ya que tenían el monopolio del comercio de oro y plata. Hoy en día, y con e paso del tiempo, los judíos se han trasladado a otras zonas de la ciudad y sus edificios los han ido ocupando comerciantes musulmanes, pero aún es posible notar la gran diferencia en la arquitectura ya que las casas del barrio (sobre todo en la Rue Mellah, la principal) cuentan con esplendidos balcones de hierro forjado y madera labrada mientras que las edificaciones musulmanas tienen sus ventanas orientadas hacia los patios interiores.
Excursiones fuera de la ciudad:
Volubilis

Una excursión de medio día que vale la pena hacer desde Fez es la de la antigua ciudad romana de Volubilis. Se encuentra a 90 Km de Fez y el trayecto se puede hacer contratando un taxi de ida y vuelta desde vuestro riad o alquilando un coche. También existe la posibilidad de tomar un taxi compartido, pero te deja en el pueblo cercano de Moulay Idriss y desde ahí hay que coger otro taxi local. La entrada al recinto cuesta 20 dirhams (unos 2 euros).
Se trata del yacimiento romano más grande de África y uno de los mayores y mejor conservados de todo el mundo, también patrimonio de la humanidad de la Unesco. Cubre 20 hectáreas de terreno y se cree que sólo se ha desenterrado la mitad de la antigua ciudad. Resulta evocador pasear por entre las ruinas de las casas, observando los mosaicos perfectamente preservados, y contemplar los restos del templo de Júpiter en la parte más alta de la ciudad con sus columnas, la basílica, las termas o el arco de triunfo de Caracalla.
El pueblo vecino de Mulay Idriss, a 5 Km, es una pintoresca localidad de casas blancas encaramada en la ladera de la montaña que bien vale un paseo por sus calles antiguas, aparte de ser un importante destino de peregrinación para los musulmanes por albergar el santuario de Idris I, fundador de la importante dinastía Idrisí que se remonta al siglo VIII.
Mekhnes

A 30 Km de la antigua ciudad de Volúbilis y a 65 de Fez encontramos la ciudad de Meknes (Mequinez en castellano). Se trata de una de las 4 ciudades imperiales de Marruecos (la propia Fez, Rabat y Marrakech son las otras) y como tal es muy rica en historia y arquitectura. Cabe destacar la impresionante puerta de Bab Mansour, del siglo XVIII que es la puerta más grande de todo Marruecos. Delante de la puerta se extiende la gigantesca esplanada de Lalla Aouda, lugar de reunión por excelencia de los habitantes de la ciudad y que cuenta con puestecillos de comida y restaurantes con grandes terrazas. Hacia la tarde se pueden contemplar espectáculos locales de música o teatrillos más o menos turísticos.
Detrás de la plaza, dentro de la edificación que la cierra, encontramos el zoco de Der e Kebira, con las típicas tiendecillas de ropa, artesanías y souvenirs, tras el que se extiende el mercado al aire libre, mucho más local y recomendable por lo pintoresco y auténtico. Recomendable es también subir a uno de los tejados de los restaurantes a saborear un café o un té local observando la vida que transcurre en esta gran plaza
Nosotros fuimos a Meknés con el taxi que contratamos de ida y vuelta desde Fez, pero existen taxis colectivos desde Mulay Idriss, por si hacéis la visita en ruta viniendo desde Volubilis, o desde la propia Fez.
